lunes, 23 de febrero de 2015

Picles (verduras fermentadas)

Es muy interesante incluir productos fermentados en la dieta, ya que nos aportan bacterias para repoblar la flora del intestino, así como enzimas y vitaminas que ayudan a una mejor asimilación de los alimentos. Además, en el proceso de fermentación, las moléculas de los alimentos se convierten en otras de fácil asimilación, favoreciendo así la digestión.

Ejemplos de alimentos fermentados son el pan, el vino, el miso, el yogurt y los picles. Especialmente interesantes son el miso y los picles, que podemos elaborar en casa con esta sencilla receta.

Elegimos cualquier variedad de verduras duras: repollo, cebollas, zanahorias, nabos, rabanitos… Las troceamos muy pequeñas y las introducimos en un tarro de cristal, apretándolas con la ayuda de un mazo (sin machacar, sólo apretando). Cuando vamos por la mitad, ponemos una cucharadita de sal gorda, y continuamos rellenando el tarro hasta el borde. Añadimos otra cucharadita de sal gorda, y rellenamos los huecos con agua mineral  no clorada. Se cierra herméticamente y se guarda en un lugar oscuro a temperatura suave, con un plato debajo por si rezuma.

Al cabo de diez o quince días están listos para comer. El sabor debe recordar al del vinagre, ya que se ha producido ácido láctico en el proceso de fermentación y la textura debe ser crujiente.
Si quedan “babosos” y de mal olor no sirven, es mejor tirarlos. Una vez abierto el tarro se conserva en la nevera entre diez y quince días.

Los picles deben tomarse en pequeña cantidad, una o dos cucharadas de café por persona y día.

Durante el proceso de fermentación aumenta el contenido enzimático y vitamínico, especialmente el de vitaminas del grupo B, produciéndose incluso la vitamina B12.  Por este contenido enzimático y vitamínico son muy útiles en procesos de desintoxicación hepática. 
Las personas que deben llevar una dieta exenta de sal deberían evitarlas.

     

       Receta de Olga Cuevas



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